La juventud aparece como el periodo en el que se fijan las bases de la identidad; desde ese punto de
vista el tatuaje es utilizado como un refuerzo identitario tribal y grupal para estrechar lazos y marcar
diferencias con los otros.
A partir de la década de los noventa comienza
a aparecer nuevos usos de la
corporalidad y sus lenguajes; la moda del tatuaje va perdiendo su sentido primitivo originario de
refuerzo de identidad para pasar a convertirse en una experiencia más íntima e individual, aunque
orientada a la relación.
Esta transformación en el uso del lenguaje corporal a través del tatuaje es un
reflejo del complejo entramado social en el que los grupos y sus relaciones se establecen de forma
más compleja.
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